lunes, 12 de octubre de 2015

Tres sonetos medicinales


Seguramente los Siete sonetos medicinales (1907), de Almafuerte (1854-1917), sean la obra de más alto perfil y de mayor intensidad que ha dado la historia de la poesía matancera. Conocida no sólo en la Provincia, sino también en todo el continente y en España, esta singular obra es la que mejor caracteriza a este poeta ilustre nacido en los pagos de La Matanza dos años antes de la fundación del pequeño poblado de San Justo. Sus páginas significan también el momento bautismal de una historia, con cursos referenciales como los que demarcan los Romances del pago de la Matanza, del poeta Elías Carpena, con edición en La Plata en 1958, y asimismo con las poéticas diversas surgidas a partir de los estremecedores y controversiales años ’70. Incluimos aquí tres de estos magistrales y legendarios sonetos.


¡AVANTI!

Si te postran diez veces, te levantas
otras diez, otras cien, otras quinientas…
¡No han de ser tus caídas tan violentas
ni tampoco, por ley, han de ser tantas!

Con el hambre genial con que las plantas
asimilan el humus avarientas,
deglutiendo el rencor de las afrentas
se formaron los santos y las santas.

Obsesión casi asnal, para ser fuerte,
nada más necesita la criatura;
y en cualquier infeliz se me figura
que se rompen las garras de la suerte…

¡Todos los incurables tienen cura

cinco segundos antes de la muerte!



¡PIU AVANTI!

No te des por vencido ni aún vencido,
no te sientas esclavo ni aún esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo,
y acomete feroz, ya malherido.

Ten el tesón del clavo enmohecido
que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;
no la cobarde estupidez del pavo
que amaina su plumaje al primer ruido.

Procede como Dios, que nunca llora:
o como Lucifer, que nunca reza;
o como el robledal, cuya grandeza
necesita del agua, y no la implora…

¡Que muerda y vocifere vengadora,

ya rodando en el polvo, tu cabeza!



¡VERA VIOLETTA!

En pos de su nivel se lanza el río
por el gran desnivel de los breñales;
el aire es vendaval, y hay vendavales
por la ley del no-fin, del no-vacío;

la más hermosa espiga del estío
no sueña con el pan en los trigales;
el más noble panal de los panales
no declaró jamás: Yo no soy mío.

Y el Sol, el padre Sol, el raudo foco
que lo fomenta todo en la Natura,
por fecundar los polos no se apura,
ni se desvía un ápice tampoco…


¡Todo lo alcanzarás, solemne loco,

siempre que lo permita tu estatura!



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